Hubo un tiempo, hace ya más de dos mil años, en el que los Belos ocupaban una pequeña parte de la Península Ibérica, más concretamente algunas tierras que, en la actualidad, pertenecen a Aragón y a Castilla y León. Los Belos eran un pueblo celtíbero, que vivía de la agricultura y de la ganadería, además de tener una importante industria textil y de fabricar armas que alcanzaron un gran prestigio en aquella época. La ciudad más importante de los Belos era Segeda, emplazada en una colina reforzada defensivamente (lo que los romanos conocían como oppidum), que se encontraba en la actual comarca de Calatayud, entre Mara y Belmonte de Gracián.
La ciudad de Segeda había llegado a un acuerdo con los romanos en el año 179 a. C., por el cual Roma se comprometía a mantener la paz con los Belos y a permitirles acuñar moneda propia, a cambio de una cantidad de impuestos que los celtíberos debían de pagar cada año y de comprometerse a no ampliar sus ciudades. Sin embargo, veinticinco años después, en el 154 a. C., los Belos decidieron ampliar sus murallas para que alcanzaran un perímetro de ocho kilómetros. Roma interpretó aquella acción como una ruptura del tratado y decidió iniciar inmediatamente los preparativos para la guerra.
Para dirigir la operación se decidió nombrar a un cónsul, en vez de a un pretor, como hubiera sido lo normal. Aquello suponía un gran problema, ya que designar a los cónsules era algo que se hacía el primer día del año político-administrativo de Roma, es decir el 15 de marzo. Pero, si se esperaba hasta esa fecha, la maquinaria de guerra romana no estaría en marcha hasta el otoño y aquello significaba afrontar las hostilidades con una complicada situación climatológica. Tal debía de ser la importancia que Segeda tenía para Roma, que fue preciso adelantar las fechas, aunque aquello supusiera cambiar totalmente el calendario. Y así fue, el 1 de enero se nombraron a los cónsules y, a partir de entonces, esa sería la nueva fecha que marcaría el inicio del año hasta nuestros días.
Así es como un pequeño territorio aragonés, influyó hace dos milenios en los acontecimientos del mundo, hasta el punto de cambiar el calendario que actualmente marca nuestras vidas.
Roma consiguió preparar todo para iniciar la campaña a principios del verano, enviando un poderoso ejército de 30.000 hombres. Los Belos, por su parte, se aliaron con los arévacos, otro importante pueblo peninsular que habitaba un territorio cuya capital era la ciudad de Numancia, donde buscaron refugio los habitantes de Segeda, dejando vacía una ciudad que fue arrasada por las tropas romanas al mando de Quinto Fulvio Nobilior. Sin embargo, los celtíberos, mandados por Caro de Segeda, prepararon poco después una emboscada en la que causaron más de 6.000 muertes entre las legiones romanas. La guerra fue larga y dura y el invierno siguiente llegó sin que se hubiera resuelto el conflicto, provocando otro gran número de bajas entre los romanos. Al año siguiente, Roma trató de solucionar aquel problema nombrando un nuevo cónsul, Claudio Marcelo, que buscó algún acercamiento más diplomático y a punto estuvo de conseguirlo, pero no tardaron en surgir de nuevo las hostilidades, que acabarían desembocando, con el paso del tiempo, en la célebre guerra contra Numancia, de triste recuerdo por su trágico, aunque heroico final. Pero esa es ya otra historia, de la que, posiblemente, nos ocuparemos en otra ocasión.
Feliz Año Nuevo.Foto: As de Segeda.
Documento procedente del archivo del arqueólogo e historiador Francisco Burillo Mozota.
Extraído de: http://catedu.es/aragonromano/segeda.htm
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