Amazonas - Imagen por USGOV |
Si hay un lugar sobre la Tierra capaz de sorprendernos aún con algo nuevo por descubrir es, sin duda alguna, la selva amazónica. En ella, aún hoy el ser humano pude encontrar nuevas plantas, nuevas especies animales o, incluso, nuevas tribus desconocidas hasta ahora. En su interior, en medio de todo ese desorden se ha venido produciendo un extraño fenómeno. De vez en cuando, aleatoriamente, sin responder a ningún orden establecido, aparecen extensas áreas de terreno pobladas prácticamente por una única especie de árbol, el Duroia hirsuta, que popularmente recibe nombres tan diversos y curiosos como: borojocillo, huitillo, turma de mono o solimán. Los indígenas del Amazonas, incapaces de encontrar una explicación aceptable, atribuyen tan insólito fenómeno a la presencia de un ser maligno.
Así, las leyendas locales nos cuentan que esas parcelas son propiedad de un espíritu del mal, un demonio que se encarga por las noches de limpiarlas de maleza, impidiendo que crezca en ellas ningún otro tipo de planta, tan sólo los Duroia hirsuta porque son sus árboles preferidos. Por eso, muchos son los que hacen referencia a este árbol como "la Casa del Diablo" y a los trozos de selva ocupados por ellos los denominan "los Jardines del Diablo". Un lugar en el que nadie se atreve a adentrarse en cuanto llega la noche.
La verdadera razón por la que no crecían otras plantas en aquellos Jardines del Diablo era un auténtico misterio, aunque se pensaba que probablemente fuera el propio Duroia hirsuta el que segregara algún tipo de sustancia que aniquilara cualquier planta que germinara en sus inmediaciones. Sin embargo, la realidad no iba a ser descubierta hasta que en el año 2005, un equipo de científicos de la Universidad de Stanford en Estados Unidos, dirigido por la bióloga Megan E. Frederickson, realizara una serie de experimentos en varios de esos Jardines del Diablo de la selva amazónica peruana. Tras plantar en las misteriosas parcelas varios ejemplares de otro tipo de árbol, comprobaron que aquel ser maligno que se encargaba de eliminar las plantas era, en realidad, una hormiga. O mejor dicho, no una, sino colonias enteras de un tipo de hormiga: la Myrmelachista schumanni, conocida como "hormiga limón".
Este pequeño ser, fabrica los nidos en los que vive en los tallos de los Duroia hirsuta y mata a las plantas de alrededor para que sus comunidades tengan más espacio donde instalarse. Para llevar a cabo su macabro plan de exterminio, les inyectan ácido fórmico que ellas mismas segregan y en menos de veinticuatro horas aparecen en la planta los primeros síntomas de necrosis. Así, no van muy desencaminadas las leyendas locales, pues, al menos para las plantas, no cabe duda de que esta pequeña hormiga, es un maligno ser que cuida de que en su territorio sólo subsista su árbol preferido.