La conquista del espacio por parte del ser humano, es algo que hoy en día vivimos con bastante naturalidad. Ya estamos acostumbrados a ver transbordadores o estaciones espaciales que dan vueltas sobre nuestras cabezas, con astronautas de diferentes nacionalidades que conviven en ellas durante largos periodos de tiempo y, pronto, el turismo espacial va a dejar de ser privilegio de unos pocos, para pasar a estar un poco más "al alcance" de todos.
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Sin embargo, hace relativamente poco tiempo que todo esto sucede. Apenas tenía yo cinco años cuando el hombre pisaba la Luna por primera vez y algunos años antes nadie sabía cómo hacer que eso fuera posible. ¿Nadie? ¡¡No!! Alguien, con una mente fantástica, fue capaz de imaginar ese viaje 104 años antes de que ocurriera. Su nombre era Jules Gabriel Verne, más conocido por nosotros como Julio Verne.
Julio Verne nacía en la localidad francesa de Nantes, un 8 de febrero del año 1828, siendo el mayor de cinco hermanos, hijos de un abogado que gozaba de una buena posición económica. Desde muy niño demostró tener un gran talento y ser un buen estudiante, destacando en muchas asignaturas, especialmente en geografía. Además, sentía una gran curiosidad por la ciencia, que le llevaría a devorar y coleccionar artículos científicos durante toda su vida. Las historias que una maestra le contaba, sobre las aventuras de su marido marinero, despertarán su imaginación y su afición por escribir. Afición que empezó a desarrollar a los once años, cuando su padre, tras hacerlo bajar de un barco en el que intentaba escapar a la India, a buscarle un collar de perlas a su prima Caroline, de quién estaba profundamente enamorado, lo castigó severamente y le hizo prometer que nunca más iba a viajar a ningún sitio y, si quería viajar, solo podría hacerlo con la imaginación. Aquello motivaría que aquel muchacho empezara a escribir. Pequeñas historias y poemas, al principio, y algunas piezas de teatro, más tarde.
En 1848, cuando tenía veinte años, viaja a París para estudiar derecho, tras ser rechazado por su prima, que acabaría casándose con otro, lo que, probablemente, fuera el origen de un fuerte sentimiento misógino que le acompañó durante toda su vida. En la capital francesa, malvive con una pequeña asignación que su padre le envía y que apenas le llega para vivir, mucho menos cuando la mayoría del dinero se lo gastaba en libros. Allí, asiste a todas las tertulias literarias que puede y un buen día conoce al gran Alejandro Dumas, con quien, tras un mal tropiezo en la calle, entabla una profunda amistad. Dumas será un importante apoyo para él y le ayudará a estrenar su primera obra, la cual no será precisamente un éxito. A pesar de ello, Verne solo pensaba en escribir, por lo que decide abandonar los estudios y, un tiempo después, tras casarse con una hermosa viuda llamada Honorine, empieza a trabajar como agente de bolsa. Gracias a ello, cuando tenía treinta y un años, sin tener en cuenta ya la promesa que le había hecho a su padre, realiza su primer viaje, para el que elige como destino las míticas tierras de Escocia.
Sin embargo, también dejará el trabajo en la bolsa, a pesar de que sus obras no son muy buenas y, por tanto, no le proporcionan suficientes ingresos para vivir. Todo cambiará cuando conoce a Pierre-Jules Hetzel que, además de ayudarle a mejorar su estilo y su manera de escribir, se convierte en su editor, publicándole, en varias entregas en un magazín que él editaba, su primera novela de aventuras en 1863. Se trataba de Cinco semanas en globo y fue un rotundo éxito, por lo que Hetzel le ofreció un contrato de veinte años de duración, por 20.000 francos anuales, a cambio de que escribiera entre dos y tres novelas cada año. Así, empezarán a llegar grandes obras como Viaje al centro de la Tierra, en 1864 o De la Tierra a la Luna, en 1865, que animarán a Hetzel a aumentarle considerablemente el salario acordado, lo que permitió a Verne comprarse un barco a vapor, con el que se dedicará a viajar con su hermano Paul. Fruto de aquellos viajes, llegarán poco después tres obras inolvidables: Los hijos del capitán Grant, en 1867;20.000 Leguas de viaje submarino, en 1869 y La isla misteriosa, en 1874.
En sus novelas aparecían máquinas impensables en aquellos tiempos: el fax, helicópteros, naves espaciales, casi iguales a las que cien años después llegarían a la Luna, armas de destrucción masiva y buques sumergibles como el Nautilus, a imagen de los submarinos nucleares que surcarían los mares muchos años más tarde. Describió casi con precisión cómo sería el viaje a la Luna; nos habló de la exploración submarina; de la conquista de los polos y predijo que Francia y Reino Unido perderían la hegemonía mundial, que ejercían en aquel momento, para ser sustituidas por Rusia y Estados Unidos. Por todo esto, hay quien dice que fue un visionario, otros que fue un profeta. Él siempre negó todo esto y decía que se había limitado a documentarse muy bien y a saber cómo eran y cómo pensaban los hombres de su época. Se decía también que perteneció a la masonería, en la que se inició gracias a su gran amigo Dumas, y a un misterioso club, denominado Sociedad de la Niebla, de donde podría haber recibido mucha información privilegiada que acabaría utilizando en sus novelas. Él, en cambio, nunca se cansó de repetir que todo lo que él era capaz de imaginar, otros serían capaces de realizarlo.
Tumba de Julio Verne - Foto: J. Sauval |
Julio Verne se sentía el más desconocido de los hombres y detrás de él permanecerá para siempre un velo de misterio, que no hizo más que incrementar el hecho de que, unos años antes de su muerte, quemara una gran parte de sus archivos sin ninguna explicación. Llegó a vivir en aquel siglo XX, que vería hacerse realidad todo cuanto había contado en sus relatos, pero sintió tristeza al comprobar que el hombre utilizaría aquellas tecnologías para matar y no como él pensaba. El 24 de marzo de 1905 moría, víctima de la diabetes, en la localidad francesa de Amiens, tras despedirse de los familiares que le rodeaban con dos sencillas palabras: sed buenos. Sobre su tumba, en el cementerio de La Madeleine, reposa la enigmática escultura que el escritor encargó antes de morir, en la que aparece emergiendo de la sepultura con el brazo derecho en alto y la mirada clavada en el cielo.
Allí, descansa el hombre que quiso ser creador de la Literatura de la Ciencia y que, desde luego, con sesenta y cuatro novelas traducidas a 112 idiomas, fue el más importante autor de literatura juvenil que ha existido jamás. Porque no nos cabe la menor duda de que, si Dumas nos hizo soñar, Verne nos dio la fantasía.
Foto de la tumba de Julio Verne realizada por J. Sauval y extraída de una web estupenda y muy recomendable sobre la vida del escritor:http://www.jverne.net/
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