No sé yo, si aquel lejano 25 de diciembre de 1895, cuando los hermanos Lumière hicieron la primera exhibición pública de sus películas, eran conscientes de lo lejos que iba a llegar aquella nueva industria que se acababa de poner en marcha. Seguramente no mucho, pues llegaron a afirmar en repetidas ocasiones que el cine es una invención sin ningún futuro, a pesar de que a ellos les aportó cuantiosos beneficios durante los pocos años que se dedicaron a filmar pequeños documentales con escenas de la vida cotidiana.
Viaje a la Luna - Georges Méliès |
Sin embargo, por suerte, no todo el mundo pensaba igual y hubo quienes supieron ver las muchas posibilidades que el cine podía ofrecer, de manera que no tardaron en surgir empresas que se dedicaron a la producción cinematográfica, como la Gaumont (Gaumont Film Company), que fue fundada en Francia en 1895 y que no sólo es la más antigua productora de cine que existe, sino también la primera que tuvo una mujer como directora; la Pathé (Société Pathé Frères), fundada también en Francia en 1896 por los hermanos Pathé y que se convirtió, en los primeros años del siglo XX, en la mayor productora de cine del mundo en aquel momento; o la empresa italiana Rossi & C. de Turín, que a partir de 1908 adoptaría el nombre de Itala Films por el que es más conocida actualmente. Empresas que empezaron produciendo películas sencillas, no muy largas, con medios muy limitados y rudimentarios en cuanto a vestuarios y decorados y, claro, sin sonido. Un cine mudo que se exhibía en las salas acompañado del sonido de un piano o una pequeña orquesta y un relator, una persona que iba narrando los hechos que acontecían en la película. No obstante, pronto empezarán a surgir nuevas ideas y aparecerán los efectos especiales de la mano, principalmente, del cineasta francés Georges Méliès, que nos dejará un importante legado de películas, entre las que destacan las de ciencia ficción, algunas de ellas inspiradas en la obra de Julio Verne como su célebre Viaje a la Luna, realizada nada menos que en el año 1902.
Auditorium Theatre - Toronto 1910 (William James) |
Thomas Alva Edison intentó tomar el control de aquel flamante negocio, basándose en los derechos de explotación de sus patentes. Para ello creó una compañía, asociándose a otras importantes empresas del sector, que durante algún tiempo dominó el mercado de la industria del cine, exigiendo el pago de derechos tanto a productores como a exhibidores. Sin embargo, el conflicto no tardaría en surgir, cuando algunos productores, denominados independientes, empezaron a hacer frente al oligopolio ejercido por Edison. Tratando de huir de su control, en los primeros años del siglo XX, el productor de origen alemán Carl Laemmle viajó hacia el oeste, a Los Ángeles, donde los largos días soleados facilitaban los rodajes con luz natural y, sobre todo, quedaba fuera del alcance de los inspectores de la compañía de Edison. Allí, en un pequeño pueblo llamado Hollywood, compró un antiguo rancho situado en el centro de la nada, 430 Km² de pastos, donde erigió una auténtica ciudad que albergaría al personal que iba a trabajar en sus películas. En ella establecía su empresa, que a partir de 1912 comenzó a llamarse Universal Studios.
No tardarían en seguir sus pasos muchos otros de los creadores de grandes estudios de cine como: Samuel Goldfish, que fundó en 1916, junto a los hermanos Selwyn, la compañía precursora de la actual Metro-Goldwyn-Mayer; los hermanos Warner, que se establecieron en 1918 y fueron los creadores de Warner Bros Entertainment; los hermanos Cohn, que creaban en 1919 la empresa predecesora de la actual Columbia Pictures; Adolph Zukor, que había fundado en 1908 la Paramount Pictures; William Fox, que en 1915 creaba el embrión de la que hoy es Twentieth Century Fox; y, como no, los hermanos Walter y Roy Disney, que en 1923 fundaban The Walt Disney Company.
Todos ellos y muchos otros convertirían a Hollywood en la Meca de una industria que, hoy en día, ya nadie duda en considerar un arte, el Séptimo Arte.
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