miércoles, 10 de octubre de 2012

Una historia de Cine


Boulevard du Temple - Louis Daguerre - 1838

El físico y matemático Alhacén, nacido en la localidad iraquí de Basora en el año 965, fue el primero en describirnos, en su libro Tratado Óptico, el funcionamiento de lo que hoy conocemos como Cámara Oscura, instrumento que sería el precursor de las actuales cámaras fotográficas.


En 1839, el francés Louis Daguerre, presentaba oficialmente la primera técnica fotográfica, un procedimiento en cuyo desarrollo llevaba trabajando varios años y al que denominó Daguerrotipo. El propio Daguerre tomó en 1838 la que está considerada como la primera fotografía de la historia en la que aparece una persona viva. Se trata de una imagen del Boulevard du Temple, en París, en la que, debido al largo tiempo de exposición necesario, unos diez minutos, no aparecen las personas que circulaban por la calle en aquel momento, tan sólo quedaron registradas las imágenes de algunos que permanecieron más tiempo en el mismo lugar, un hombre al que un limpiabotas le lustraba los zapatos y otro que estaba sentado leyendo un periódico.

Aquello no hacía más que comenzar, la posibilidad de capturar la imagen de un lugar o de una persona, poder guardarla y quedarnos para siempre con aquel recuerdo, era algo que tendría un éxito inmediato en todo el mundo y pronto se empezarían a desarrollar todo tipo de técnicas y materiales que ayudarían a modernizar aquel interesante descubrimiento, desde la aparición de los negativos fotográficos hasta la fotografía digital de hoy en día.

En 1872 surgiría un curioso debate entre los aficionados a las carreras de caballos en California. Algunos defendían la teoría de que, en plena carrera, los caballos llegaban a tener durante un instante los cuatro cascos en el aire, sin apoyar ninguno de ellos en el suelo, mientras que otros defendían todo lo contrario. Como a simple vista era algo imposible de demostrar, se le encargó al fotógrafo británico Eadweard Muybridge que tratara de captar con su cámara la imagen que pudiera probar aquella teoría. Fue una tarea complicada. Después de algunos fracasos y varios años de trabajo, Muybridge  conseguiría demostrar que, efectivamente, los caballos mantenían por un instante las cuatro patas en el aire. Durante aquel tiempo, desarrolló una técnica consistente en colocar hasta 50 cámaras fotográficas distribuidas a lo largo de la pista en diferentes ángulos, con las que captó una serie de imágenes del animal en pleno movimiento. Estamos, sin duda, en los inicios de lo que hoy conocemos como Cine.

A partir de aquella experiencia, Muybridge creó en 1879 el Zoopraxiscopio, un artefacto que proyectaba imágenes situadas en discos de cristal giratorios en una rápida sucesión, que conseguían transmitir la sensación de movimiento. Aquellas ideas le servirían de inspiración a Thomas Alva Edison para un invento cuya patente registró con el nombre de Quinetoscopio, una máquina desarrollada en sus talleres por William Kennedy Laurie Dickson, con la que pretendían hacer para los ojos aquello que el fonógrafo hace para los oídos. Aquel artefacto fue el precursor de los modernos proyectores cinematográficos y con él se registró en 1894 en el primer estudio cinematográfico que hubo, al que llamaron Black María, una de las primeras imágenes que se conservan de la historia del cine: el estornudo de Fred Ott, un mecánico del equipo de Edison al que le habían dado un pañuelo impregnado en rapé para provocarle el estornudo y grabar así una escena de cuatro segundos que lo iba a convertir en la primera celebridad cinematográfica de la historia, aunque no fue esta la película más antigua de la que se tiene noticia, ese honor lo ostenta una escena de apenas dos segundos de duración, conocida como la escena de El jardín de Roundhay, filmada en 1888 por el inventor francés Louis Le Prince.   



Edison desempeñó, además, un importante papel en el desarrollo del celuloide, la película de nitrato de celulosa sobre la que se impresionaban las imágenes, que comercializó a partir de 1889 en un formato de 35 mm, pero que no pudo patentar porque ya lo había hecho por entonces George Eastman, creador de Kodak.

Sin embargo, la historia del cine se fundamentará sobre otro ilustre apellido, en este caso de origen francés: Lumière. Al tiempo que Edison desarrollaba sus ideas en Estados Unidos, en Francia, los hermanos Auguste y Louis Lumière creaban un aparato, capaz de filmar y proyectar imágenes en movimiento, con el que en 1894 grabaron sus primeras películas y que patentaron ese mismo año con el nombre de Cinematógrafo. El 28 de diciembre de 1895, tras varias presentaciones en diversas sociedades científicas, los hermanos Lumière celebraron la primera exhibición comercial y pública de su invento. Un acontecimiento que tuvo lugar en el Salon indien du Gran Café en el Boulevard des Capucines de París, al que asistieron 35 espectadores que pagaron un franco cada uno, para ver la proyección durante unos veinte minutos de diez pequeños cortometrajes grabados por ambos hermanos, entre los que destaca La salida de los obreros de la fábrica Lumière.

Aquel sería el primer paso de una industria que en su primer acto comercial recaudó 35 francos, pero que hoy en día mueve ingentes cantidades de dinero en todo el mundo. Una industria, con una historia también muy interesante, que merece que pronto le dediquemos otro artículo.


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