lunes, 27 de febrero de 2012

A propósito de Einstein

Einstein - Viena 1921 - por Ferdinand Schmutzer
Corría el mes de septiembre de 2011, cuando un equipo de científicos del proyecto OPERA, encargado de estudiar el fenómeno de la oscilación de neutrinos, anunciaba un descubrimiento que rápidamente saltaba a todos los medios de comunicación: habían detectado un haz de neutrinos que podía viajar a mayor velocidad que la de la luz. La mayoría de los seres humanos no tenemos muy claro qué son los neutrinos, ni para qué sirven, pero desde niños sabíamos que no había nada más rápido que la luz, por eso, que de repente nos desmonten esa "certeza", nos deja, cuando menos, sorprendidos.

Aquel descubrimiento tenía, además, otra consecuencia, quizás no tan "trascendental" pero sí muy importante: desmontaba algunos de los postulados de la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein. Algunos de los mejores científicos del mundo, equipados con infinidad de "aparatos carísimos", habían echado por tierra lo que un gran genio, ganador de un premio Nobel, había conseguido calcular utilizando "un lápiz y un papel". 

Así es, un lápiz y un papel era todo el bagaje del que disponía este hombre, paciente, metódico y pacifista convencido, cuando, de una manera discreta, sin meter ruido, entró a formar parte de la comunidad científica. Había nacido el 14 de marzo de 1879, en la localidad alemana de Ulm, en el seno de una humilde familia de origen judío que un año después se trasladaría a Munich. Allí pasó Albert sus primeros años, enredando en el pequeño taller en el que su padre y su tío construían novedosos aparatos tecnológicos que no tenían mucha salida. Fue su tío, precisamente, quien contagió al pequeño su afición por los libros de ciencia que despertarían las inquietudes científicas del muchacho. Cuando el taller quebró, la familia se trasladó a Milán, mientras que Albert se quedaba en Munich para terminar sus estudios, pero poco después los abandonaría para reunirse con los suyos. Al no haber completado el bachiller, tuvo que hacer un examen de ingreso para entrar en el Instituto Federal Suizo de Tecnología de Zurich, donde pretendía cursar estudios superiores, pero suspendió al fallar en una asignatura de letras, a pesar de que en ciencias era un estudiante excepcional.  Decidió entonces terminar el bachiller y en 1896, el mismo año en que para evitar cumplir con el servicio militar renunciaba a la ciudadanía alemana y se convertía en apátrida, obtenía el título y podía al fin cursar sus estudios graduándose en 1900 como profesor de matemáticas y física. Poco después empezó a enviar artículos a la revista alemana de física "Annalen der Physik". En 1901 le concedían la ciudadanía suiza y en 1902, como no encontraba trabajo, entró en la Oficina Federal de la Propiedad Intelectual de Suiza, donde desempeñó, durante siete años, una labor burocrática que le permitía seguir ocupando su mente en aquello que más le apasionaba, la física. Continuó, por tanto, enviando artículos a "Annalen der Physik" y así es como en 1905, un sencillo burócrata suizo, que no tenía ninguna relación con un laboratorio ni una universidad, enviaba a la revista alemana cinco artículos, de los que tres formarían parte hoy en día de cualquier lista que recogiera los textos más importantes de la historia de la física. 

      Aquellos artículos supusieron para Einstein el reconocimiento de la comunidad científica y le procuraron, al fin, un empleo como profesor universitario. Uno de ellos le daría en 1921 el premio Nobel de Física; otro, el que planteaba la Teoría Especial de la Relatividad, cambiaría radicalmente la manera de entender el Universo y nos ayudaría a conocerlo mejor.

Así, con un lápiz y un papel, como aquellas palabras que, según se cuenta, pronunció la propia esposa de Einstein, el día que un grupo de científicos estadounidenses les enseñaban unas impresionantes instalaciones tecnológicas y ella les preguntaba "si todos aquellos aparatos carísimos les servían a ellos para estudiar lo mismo que su marido con un lápiz y un papel". Se le olvidó mencionar la inteligencia, porque así es, mientras unos científicos trabajan con grandes equipos, Einstein tan sólo utilizaba su cerebro. El planteaba teorías que eran fruto de sus razonamientos y conclusiones, especulaciones matemáticas que salían de su cabeza con naturalidad. En fin, un genio.

Hace unos días nos llegaban noticias de que la velocidad de los neutrinos podría haber estado mal calculada, debido a un error producido por una mala conexión de un cable de fibra óptica con el GPS que hacía las mediciones. La mayoría de los seres humanos seguimos sin tener muy claro qué son los neutrinos, ni para qué sirven, pero al menos estamos tranquilos porque la luz sigue siendo lo más rápido que existe, tal y como sabemos desde niños y Einstein vuelve a ocupar el lugar que en justicia le corresponde: el más importante de los físicos del siglo XX.

La próxima vez hay que tener en cuenta que cuando algo falla, lo primero que hay que hacer es revisar los cables.


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